jueves, 19 de mayo de 2016

ministro de Relaciones Exteriores de España Margallo , reunido con la gallina de cuba .

 Margallo , reunido con la gallina.

Raúl Castro acogió el 16 de mayo a José Manuel García Margallo, ministro de Relaciones Exteriores de España, para abandonar 20 años de hostilidades entre la Perla de la Corona y la Madre Patria, que tuvo una repercusión negativa sobre el papel de Madrid en el concierto Iberoamericano y de la Unión Europea. El Partido Popular (PP), no el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ni Podemos, encarriló nuevamente las relaciones con Cuba.
Mariano Rajoy logró impulsar las relaciones con el gobierno cubano, cuando ejerce aún la presidencia de un país inmerso en una crisis política única en el período democrático y antes de las elecciones de junio. El Partido Popular, que alcanzó la Posición Común (PC) de la Unión Europea en 1996, ha contribuido a desmontarla  hasta su eliminación –probablemente durante 2016–.
Cuando la PC se aprobó, los cambios parecían inevitables en Cuba debido a la repercusión política del desplome del ‘socialismo real’ y la crisis económica  llamada Período Especial, originada por la pérdida de los subsidios del bloque comunista. Pero Fidel Castro sustituyó la Unión Soviética por Venezuela, y en 2003 encarceló a 75 pacíficos opositores y fusiló a tres jóvenes, lo que motivó la condena internacional, destacadamente de la Unión Europea. La PC se convirtió en el pretexto justificativo de todos los problemas en Cuba, junto al embargo de Estados Unidos.
El general-presidente heredó en 2006 un país destruido, y entendió que para comenzar a recuperarlo necesitaba un capital que el chavismo en declive acelerado no podría garantizar. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) había retornado a la presidencia de España en 2004, y José Luís Rodríguez Zapatero pretendió utilizar en provecho propio la hostilidad personal de Fidel Castro con José María Aznar por la Posición Común. Dio la espalda a los cubanos y asumió las demandas de las autoridades isleñas; había que eliminar la Posición Común sin contrapartida y olvidarse de los 75 y sus familias. Afortunadamente,  la mayoría de los miembros de la Unión Europea mantuvo posiciones dignas.
Además, Raúl Castro sabía que necesitaba limpiar la imagen internacional del gobierno cubano, abarcar América Latina y abrir brechas al embargo norteamericano. A fines de 2009 obtuvo un reo más valioso que los 75: Alan Gross. Durante 2010-2011, los 54 prisioneros de los 75 que aún permanecían confinados, luego de que otros habían recibido licencia extrapenal por motivos de salud, fueron igualmente excarcelados con la opción de radicarse en España acompañados por muchos familiares.
Esto fue el resultado de  un proceso de conversaciones del cardenal Jaime Ortega y la Conferencia de Obispos Católicos Cubanos con el presidente cubano y, aunque no satisfizo a todos, allanó el camino para las negociaciones de la Unión Europea, la liberación del contratista norteamericano, y los acuerdos entre Barack Obama y Raúl Castro.
A Cuba retornan España y Estados Unidos. Ahora no hay una rivalidad armada, sino la aproximación política para avanzar la competencia económica por posicionarse en la Isla, cuya revolución todopoderosa llega muy achacosa a sus 57 años y trata de prolongarse en herederos incondicionales. Raúl Castro afronta sus últimos años en el poder, cuando sus apoyos se resquebrajan política y económicamente, fundamentalmente Venezuela, Brasil y Argentina; y la situación en América Latina está en proceso de modificación.
Los cubanos no son los mismos, pues casi el 80% nació después de 1959, se crío entre privaciones con promesas de bienestar cada día más imposibles y el gobierno perdió credibilidad. El efecto Obama sobrepasó la sostenibilidad económica y el intercambio personal de millones de cubanos, por el impacto de las palabras de un presidente de Estados Unidos joven y afable sobre las posibilidades de realizar la prosperidad en democracia, al lado de un presidente de Cuba desgastado y repetitivo de exigencias ajenas a la realidad.
Quizás Mariano Rajoy no podrá visitar Cuba como presidente del gobierno debido a la inminencia de las elecciones, que aunque las encuestas parecen favorables al PP, no aseguran aun la solución de la crisis en curso desde las elecciones de diciembre de 2015. No obstante, merece el reconocimiento por los logros en La Habana con el auxilio del ministro Margallo y el empuje de las empresas españolas.
Raúl Castro, auxiliado por España logró resolver el impago de las de dudas pendientes desde 1986, con la posibilidad de acceso a créditos y otras ventajas económicas, y la cercana suscripción del Acuerdo de Cooperación con la UE, aunque con el reto de utilizarlos en provecho de la nación. Las críticas de José María Aznar son lógicas porque se desmonta su Posición Común, pero España retoma su papel sin la genuflexión de Rodríguez Zapatero. El Rey Felipe VI podría realizar la visita oficial que Juan Carlos I no efectuó.
Todos los ejecutores mundiales tienen la posibilidad de conjugar los intereses económicos con el reclamo del respeto efectivo de los derechos de los cubanos. Ciertamente, el futuro de Cuba depende de los ciudadanos en el pequeño archipiélago, pero en las condiciones impuestas por un sistema absolutamente totalitario, el apoyo internacional es muy importante.

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